Aunque en los últimos años los principales episodios de persecución contra las minorías católicas se han producido en África, no debemos olvidar que la cristianofobia se ha desarrollado en ámbitos culturales, espaciales e históricos muy diversos, incluida la China comunista. La llamada «Revolución Cultural» fue un periodo convulso en la historia reciente de China, impulsado por Mao Zedong entre 1966 y 1968, que tuvo consecuencias profundas a nivel político, cultural y religioso. Durante estos años, se estima que alrededor de 500.000 personas perdieron la vida como resultado de purgas, persecuciones y violencia política.
Aunque la represión no se limitó a un grupo específico, las comunidades religiosas sufrieron particularmente, y entre ellas los católicos fueron objeto de una dura persecución. Esta campaña fue parte de un esfuerzo por erradicar tradiciones consideradas incompatibles con la ideología maoísta, entre ellas las prácticas religiosas. Mao recurrió a los llamados «Guardias Rojos», grupos formados mayoritariamente por jóvenes estudiantes movilizados para llevar a cabo una campaña de transformación ideológica radical. A partir de agosto de 1966, estos grupos emprendieron acciones violentas contra individuos y símbolos culturales considerados enemigos del pensamiento revolucionario. Uno de los colectivos que más sufrieron el terror rojo fueron los profesores que, en muchos casos, fueron brutalmente asesinados a manos de sus estudiantes por considerarlos enemigos del dogma comunista.
No solo las religiones extranjeras, como el cristianismo, fueron blanco de esta campaña. También las tradiciones culturales propias de China, como el confucianismo y el budismo, fueron duramente reprimidas. El objetivo declarado era sustituir toda forma de expresión cultural no alineada con el maoísmo. Las prácticas religiosas fueron prohibidas, los templos destruidos, y muchas figuras religiosas perseguidas, detenidas o ejecutadas. La comunidad católica, por su carácter internacional y sus vínculos con el Vaticano, fue especialmente afectada. Se registraron casos de torturas inhumanas, encarcelamientos prolongados y ejecuciones sumarias. Algunos sacerdotes y religiosas extranjeras fueron expulsados, mientras que comunidades enteras quedaron desmanteladas.
Estos fueron los horribles crímenes del maoismo a quien veneraron los estudiantes franceses del mayo del 68 parisino. En la España actual, especialmente en el contexto educativo, Mao continua siendo objeto de veneración por considerarlo un gran estadista que supo devolver la dignidad al pueblo chino (especialemente a aquellos que no terminaron su vida con un tiro en la cabeza). En cuanto a China, según Javier Navascués, «los heroicos católicos chinos ya no son tan sangrientamente perseguidos, pero sufren quizá una persecución peor, más insidiosa, que busca sumergirlos a toda costa en la apóstata «Iglesia Patriótica» al servicio del Partido Comunista, bajo la amenaza de medidas represivas y de una marginación social total. Recemos para que Dios Nuestro Señor fortalezca la fe y la esperanza de estos hermanos nuestros católicos tan perseguidos y porque la Iglesia comprenda sin ningún tipo de vacilación que no podemos abandonar a estos hermanos a quienes tan dignamente representa el honorable Cardenal Zhen».