Aunque no es un filósofo tan conocido como otros que podemos encuadrar entre los famosos presocráticos, Anaxágoras de Clazomene, nacido hacia el 499 a.C. en Asia Menor, es fundamental para comprender los claros paralelismos entre la filosofía griega y el pensamiento de los primeros teólogos cristianos que, en general, estudiaron el pensamiento de los griegos para poder comprender la realidad del Evangelio. En este artículo veremos que Anaxágoras fue uno de los primeros en anticipar la existencia de un ente creador que ordenó el universo, tal y como consideró, entre otros, santo Tomás de Aquino al tratar de demostrar mediante sus cinco vías la existencia de Dios.
La tradición presenta a Anaxágoras como un hombre de ciencia absorto en sus especulaciones. De él también se dice que para poder ocuparse de sus investigaciones cedió cuanto poseía a sus parientes. Poco sabemos de su biografía, tan solo que enseñó en una escuela de Atenas a la que asistían aristócratas y personajes de renombre entre los que se encontraban Eurípides, Protágoras, Tucídides, Mirón y Fidias. Por desgracia, no todo en su vida fue tan fácil como parece porque también fue acusado de asebeia (falta de piedad hacia los dioses) por lo que, por consejo de Pericles, se vio obligado a hacer las maletas y emprender el camino del exilio, saliendo de Atenas para refugiarse en Lámpsaco.
Anaxágoas es el prototipo de sabio jónico: cosmopolita, individualista y desarraigado de la patria. Según nos contó Diógenes Laercio, en una ocasión alguien le preguntó: “¿A ti no te importa la patria?” A lo que contestó: “Sí me preocupa la patria”, y señaló al cielo. Como los filósofos jonios, Anaxágoras se enfrentó al problema de la unidad y la pluralidad de las cosas. Para ello, señaló un doble principio: uno pasivo e inerte, masa caótica en el que están mezclados todos los elementos de todas las cosas, y otro, activo, inteligente, motor y regulador del cosmos que causa la unidad y el movimiento. Por otra parte, adoptó el principio fundamental de Parménides: “De la nada sale nada. Todo sale del ser. Todo está en todo. En cada cosa están contenidas todas las cosas. Nada se cambia ni se transforma, sólo hay unión y separación de los distintos elementos”.
Para Anaxágoras, los elementos que formaban la naturaleza primigenia no solo eran cuatro, como decía Empédocles, sino tantos como especies distintas de las cosas, pero, eso sí, eran elementos infinitos, inalterables, indestructibles, eternos y cualitativamente distintos unos de otros. Son las semillas de todas las cosas, denominadas por Aristóteles como “homeomerías”. Según este pensamiento, las cosas surgían por agrupación de las homeomerías y se destruían debido a su disgregación. En un principio, y seguimos hablando de Anaxágoras, existían todos los elementos juntos, mezclados indistintamente en la unidad del Todo inmóvil. Después, y esto es lo realmente importante de su pensamiento porque anticipa la existencia de un ente creador que después asumieron los teólogos cristianos, el Nous, la Mente, ordenó estas cosas en un Cosmos sujeto a racionalidad: “Todas las cosas estaban juntas. Sobrevino después la Mente y las ordenó en Cosmos. Y cuando la Mente hubo dado origen al movimiento, entonces comenzó la separación de todas las cosas puestas en movimiento. Y cuantas cosas movió la Mente, tantas se separaron entre sí. Y, movidas y separadas las cosas en el torbellino cósmico, aumentó todavía más la separación”. (Diógenes Laercio II 6)
Anaxágoras atribuye a su Nous las siguientes características: es la más ligera y la más pura de todas las cosas; tiene conocimiento de todas las cosas; domina todas las cosas que tienen alma, lo grande y lo pequeño; conoce todas las cosas, tanto las mezcladas como las separadas; ordenó todo; es la causa de lo bueno y de lo mejor; es libre, pura y no está mezclada con ninguna otra cosa, sino que existe por sí misma; es infinita y autocrática. Según Plutarco, Anaxágoras fue apodado Nous por haber sido el primero que puso como principio del orden cósmico no el azar ni la necesidad, sino la Mente. Al haber aplicado un principio inteligente como causa del mundo, Anaxágoras va a tener mucha importancia, reconocida por Platón y alabada por Aristóteles que, recordando al presocrático afirmó: “También hay una mente en la naturaleza, como la hay en los seres vivientes, causa de la belleza y del orden del universo».