En torno al año 2 a.C. nace Lucio Anneo Séneca, más conocido como Séneca el Joven para diferenciarlo de su padre, Séneca el Retórico. Su origen fue la ciudad de la Bética hispana, en la actual provincia andaluza de Córdoba. Durante parte de su infancia Séneca vive con su tía Marcia, y estudia retórica y el estoicismo gracias al filósofo Átalo. Además, en Alejandría (Egipto) estudia Geografía, Etnografía, administración y finanzas, etc. La vida profesional de Séneca es realmente importante porque destaca como filósofo, político, orador y escritor de obras de carácter moralista. Asimismo, Séneca es preceptor del popular y extravagante emperador Nerón.
Su ideal de sabio estoico le llevó a la encarnación personal de un proyecto o plan de vida moral, que se mantuvo a lo largo de la historia y cuya influencia se refleja en el pensamiento filosófico estoico y posterior. Fue autor de magníficas obras como las tragedias Medea y Edipo; los diálogos De la ira, De la clemencia, De la brevedad de la vida, y de diferentes consolaciones y otras obras. El gran Séneca muere en el año 65 d.C. Aunque en sus últimos años se aleja de la peligrosa vida de la corte imperial romana y viaja por el sur de Italia con su segunda esposa Paulina, es acusado de conjurar contra Nerón y condenado a muerte. Por ello Séneca, conocedor de la perversión viciosa de Nerón y de su crueldad, decide suicidarse.
Con diez años, Séneca emigra con su familia a la urbe de Roma. Y allí conocerá de primera mano la filosofía ecléctica, en la que conviven los aristotélicos y platonizantes tardíos con estoicos y epicúreos. Séneca frecuenta las escuelas de maestros prestigiosos como Soción, adepto al cinismo, el neopitagórico Átalo, y Fabiano, filósofo retórico de moda. No obstante, durante su estancia a los 25 años en Alejandría se acercará a las prácticas y rituales de la tradición faraónica, que lo harán conocedor de la religiosidad egipcia (muerte, ultratumba, politeísmo naturalista). Esta tradición influirá en su pensamiento filosófico posterior. A la vuelta a Roma, con 35 años de edad, participa en diversas intrigas palaciegas, lo que le llevará a problemas amorosos y, finalmente, al destierro a la isla de Córcega, donde escribirá las tres Consolacionesa su madre Helvia, a Marcia y a Polibio. Posteriormente, a su vuelta a Roma, observará que el estoicismo ha recuperado mucha fuerza, y reiniciará su carrera política. Es nombrado cónsul, y durante ese tiempo goza de gran fama y prestigio como sabio, e incluso como pedagogo. En este momento Agripina, la madre de Nerón, encarga la educación de su hijo a Séneca. Nerón, que inicia una vida depravada y un gobierno totalmente cruel, hace que Séneca rechace este tipo de ambiente totalmente degenerado que envuelve al emperador. Finalmente, se retira a la vida privada y se dedica a componer sus obras y a cultivar la amistad. Sin embargo, participa en la conjuración de Pisón y se ve obligado por esta causa a cumplir la orden imperial de suicidio, con una resignación estoica. Esto ensalza su figura y le sitúa en el gran pedestal de los autores clásicos.
Respecto a su producción literaria, se han perdido una gran parte de sus poemas, sus discursos y los tratados sobre problemas de física, a excepción de los siete libros de las Quaestiones naturales. Pero sí que se conserva la mayor parte de su obra filosófica, que fue transcrita por los copistas medievales, así como las diez tragedias de temario mitológico no destinadas a la representación teatral, pero sí a su la lectura; las tres emotivas Consolaciones ya mencionadas anteriormente; los famosos diálogos: De providentia, De ira, De constantia sapientis, De vita beata, De otio, De tranquilitate animi, De brevitate vitae; así como los ensayos filosóficos: De clementia, De beneficiis y la admirable colección epistolar de las ciento veinticuatro Cartas a Lucilio. Sin olvidar la ácida sátira titulada Apocoloquintosis o «metamorfosis de la calabaza», dedicada a ridiculizar al emperador Claudio.
Todas sus obras contienen un estilo propio y forman parte de la demanda de la sociedad romana, como las epístolas, tragedias retóricas, ensayos moralizantes, etc. Este estilo es criticado por Quintiliano en su Institutio oratoria (X, 1, 131), definiéndolo como «dulces vicios».
Como buen conocedor de la vida privada imperial, destaca por su pensamiento moralizante, que es muy recurrente en sus obras. La presencia del estoicismo frente a otras formas de pensamiento filosófico muestra el peligro existente en los vicios y perturbaciones, como es el caso del epicureísmo. Esto hace que tenga obras centradas en la defensa del estoicismo como representante del valor moral frente a los peligros existentes en la Roma imperial. Una de esas obras es De vita beata (Tratado sobre la felicidad) donde insiste en la identificación entre el bien supremo y la virtud del hombre en oposición a la vida corrupta y viciosa.
En general predomina el temario de corte estoico, tal y como aparece en el tratado De constantia sapientis, la constancia del sabio: la identificación entre la virtud y la felicidad, la creencia en una providencia que rige la historia, la inmanencia de Dios en el cosmos, la racionalidad de la naturaleza y su manifestación en la lex naturae, el protagonismo del azar y la fortuna en la vida cotidiana, la resignación ante la adversidad. La filosofía de Séneca en su conjunto se determina a través de diversas temáticas propias de su época y de la cultura romana; una de ellas es la cosmología, según la cual el cosmos refleja un orden racional y necesario que fundamenta el universo y que hace que las cosas sean como son.
Otra de las temáticas es el hombre y su moral. Séneca se fundamenta en la tradición platónica, que describe al hombre como una composición del alma y cuerpo en el que este, el cuerpo, es atadura, rémora y cárcel de un espíritu que tiende a liberarse de las ataduras materiales y alcanzar su perfección moral. Los planteamientos antropológicos son constantes; el sentimiento del hombre ante temas transcendentales como el sentido de la existencia, la muerte o el suicidio forman parte de la reflexión filosófica. Por ejemplo, en su obra De brevitate vitae insiste en la brevedad de la vida, y por tanto del tiempo, lo que le hace afirmar: «Que hayamos vivido lo suficiente no lo consiguen ni los años ni los días, sino el alma. He vivido, Lucilio carísimo, todo el tiempo que era suficiente. Satisfecho aguardo a la muerte» (Ep. 61).
Y, por último, la temática del hombre y su relación con la visión estoica de la naturaleza, que hacen que oscile del panteísmo naturalista propio de la religión politeísta romana, a una visión más espiritual del pensador cordobés, que le lleva a afirmar que a Dios se le pueden atribuir muchos nombres que pretenden descubrir lo que es.
El tono moral de Séneca está cargado de acentos religiosos que lo aproximan al teísmo y que llevaron a pensar en la posibilidad de que fuera cristiano, circunstancia que trató de probarse a través de una supuesta correspondencia con san Pablo, que resultó ser apócrifa. Todo su pensamiento y obra literaria nos hace identificar a Séneca con el ideal del sabio. Entre muchas razones, porque su personalidad está enmarcada dentro de rasgos diferenciados por las diferentes escuelas filosóficas de la época: sabio epicúreo, sabio estoico, sabio cínico… Sus disertaciones sobre el modelo moral estoico de hombre, que proyecta sobre él mismo un programa o proyecto de vida estoico, es un signo de su gran sabiduría.
En sus Cartas a Lucilio y, sobre todo, en los tratados morales, se transmite una imagen e, incluso, un modelo de sabio epicúreo que, al mismo tiempo, contrasta con la opuesta imagen del sabio del epicureísmo, que era más proclive a la fortuna y fama, y a la adicción de los placeres más mundanos que trae el azar. Su proyección como sabio es patente en la historia de la Humanidad, pues está considerado, junto a Sócrates y otros clásicos, como representante de un potente influjo sobre el pensamiento occidental. Podemos afirmar que, de alguna manera, Séneca se cuenta entre los guías de nuestra cultura europea. Algunos, incluso, como el escritor Ángel Ganivet dicen de él: «Cuando se examina la constitución ideal de España, el elemento moral y, en cierto modo, religioso más profundo que en ella se descubre, como sirviéndole de cimiento, es el estoicismo; no el estoicismo brutal y heroico de Catón, ni el estoicismo sereno y majestuoso de Marco Aurelio, ni el estoicismo rígido y extremado de Epicteto, sino el estoicismo natural y humano de Séneca. Séneca no es un español, hijo de España por azar: es español por esencia, y no andaluz, porque cuando nació aún no habían venido a España los vándalos; que, a nacer más tarde, en la Edad Media, quizá no naciera en Andalucía, sino en Castilla».
Toda la doctrina de Séneca se condensa en esta enseñanza: no te dejes vencer por nada extraño a tu espíritu; piensa, en medio de los accidentes de la vida, que tienes dentro de ti una fuerza madre, algo fuerte e indestructible, como un eje diamantino, alrededor del cual giran los hechos mezquinos que forman la trama del diario vivir; y sean cuales fueren los sucesos que sobre ti caigan, sean de los que llamamos prósperos, o de los que llamamos adversos, o de los que parecen envilecernos con su contacto, mantente de tal modo firme y erguido, que al menos se pueda decir siempre de ti que eres un hombre” (Idearium Español).
Otro de los más ilustres españoles, Menéndez Pelayo, filólogo, historiador y crítico literario, aparece citado y referenciado por el poeta Miguel Dolç con relación a los denominados Sénecas con las siguientes palabras: «¿Podríamos aludir, aunque de rechazo, a un procedimiento artístico típicamente hispano? La tentación es irresistible. Si en los Sénecas apuntan los primeros brotes de ciertas tendencias literarias «españolas», que diecisiete siglos más tarde se desarrollarían con los nombres de conceptismo y culteranismo, la epopeya lucánea, esencialmente histórica, sin dioses ni convencionalismos, no puede ser sino un antecedente del realismo que va de Cervantes a Goya, el que produce la épica española, más histórica que la francesa o germánica, el que coloca el Mío Cid o la Araucana» (Aproximación a la estética de Lucano). Los dos autores reflejan que han querido encontrar en la herencia de Séneca una marca ineludible o huella peculiar en la conocida idiosincrasia hispánica.
Actualmente, los historiadores y expertos en la antigüedad clásica utilizan su nombre en la expresión «efecto Séneca» o «acantilado de Séneca», con la intención de expresar que el declive de las civilizaciones es más rápido que su ascenso. Esta referencia se basa en la cita que dice: «Sería un motivo de consuelo para nuestra fragilidad y para nuestros asuntos, si todas las cosas pereciesen tan lentamente como se producen; en cambio, el crecimiento procede lentamente, la caída se acelera» (Cartas a Lucilio. Libro XIV, Epíst. 91).
Su reconocimiento como un ilustre español no se reduce a su influjo en el pensamiento filosófico. De hecho, su presencia es tan pertinente que encontramos rasgos de su eponimia, por ejemplo, en la identificación de Séneca con un cráter de impacto lunar que está localizado hacia el limbo este-noreste, a menos de un diámetro al norte de Plutarch. Al noroeste se encuentra el cráter Hahn, y al norte se halla la gran planicie amurallada de Gauss. También da nombre a un asteroide descubierto por Hans-Emil Schuster el 17 de febrero de 1978 desde el Observatorio de La Silla, Chile.
En definitiva, Séneca es el símbolo de sabio ilustre, que va más allá de la historia, la filosofía o la literatura clásica. Su figura está muy viva y presente en un mundo donde la búsqueda de lo estoico es compleja.